lunes, 6 de agosto de 2007

Sé que comenzará otra ... (Sueño nº 26)

Hace ya más de diez días llegué a una pequeña estación de Metro. Llegué porque allí paró el tren, y bajé impulsado por una confusión, por una intuición o quizá por algo que no sé. La cuestión es que me encontré en aquella pequeña estación de Metro, que no recuerdo si tenía nombre, en la soledad absoluta, en un silencio tan grande que incluso me hizo sentir su sonido. La primera reacción fue esperar el siguiente tren y no lo hice. Avancé por la estación hasta llegar a unas escaleras, que subí.

Al llegar arriba, no había más que una pequeña planta -unos veinte metros cuadrados-, con una taquilla vacía y una salida que se encontraba inaccesible por una verja. Volví a bajar, pero ya no había estación abajo. Sólo quedaba el rastro manchado de las vías del tren, y un sinfín de caras que me miraban. Conocía todas y cada una de ellas, pero las conocía de otra manera, con otros rasgos, con otras miradas.

Recuerdo que sentí frío. Me senté junto a esas personas, borrosas en la penumbra de su soledad, apoyado en la pared, sabiendo que esperaba al próximo tren, esperando a su único viajero.

Después desperté, con un sabor amargo en la boca, y supe que ese sueño se repetiría hasta hacerse realidad.
Ahora voy andando por la calle, en mi mp3 suena Bluefinger de Black Francis, y decido –aún no sé por qué- bajar las escaleras del Metro. En este momento finaliza una canción y sé que comenzará otra.

3 comentarios:

Antígona dijo...

No sé si tu sueño es real o inventado, tampoco si en efecto numeras tus sueños -una extravagancia hasta cierto punto imposible, porque si los cuentas, ¿con qué criterio? ¿todos aquellos de los que te acuerdas? ¿aquellos que tienen un sentido más evidente para ti?... perdón por la divagación- pero si alguien me lo contara y me interrogara acerca de su posible significado le hablaría de aquellos momentos en que nos sentimos atrapados por las circunstancias, detenidos en un punto de nuestra vida que parece no ofrecer salidas, a la espera de que, desde fuera, algo o alguien nos saque, con un golpe o una caricia, del punto muerto en el que estamos.

Y le recordaría entonces aquel cuento de Kafka cuyo protagonista, en un arrebato, se sube a un carruaje y grita al cochero: ¡Vámonos de aquí!, y éste le pregunta, ¿pero a dónde?, y el protagonista responde: a cualquier lugar.

Un beso

EL MARTIN PECADOR dijo...

Gracias Antígona, El Martín Pecador te agradece tu comentario. Me has hecho pensar un poco más. Sólo quiero responderte al contador de sueños, ya que es sencillo; únicamente numero aquellos sueños que redacto; es decir, en primer lugar debo recordarlo, luego redactarlo. No todos los recordados han sido escritos, pero sí todos los escritos han sido soñados y luego redactados.
Un Gracias Mil.
El Martín pecador te desea un buen día.

Marta dijo...
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