la conciencia borrosa de las mariposas nocturnas
Hace unos días, tuve la oportunidad de hablar con mi buen amigo coruñés Mildreas fala (comentarista de este blog). En nuestra conversación salió, una vez más, la eterna discusión sobre la dualidad, que ya nos ocupó un post hace días ("Apuntes sobre otra realidad", 2 de julio), y le recomendé –de manera contundente y sin demora- la lectura de ese magnífico cómic de Alan Moore y Óscar Zárate llamado “Un pequeño asesinato” (además, esta obra fue ganadora del premio Eisner a la mejor novela gráfica en 1994 ).
Ante mi recomendación, el amigo Mildreas dijo: “Pecador, tomo buena nota. Pero no me extraña en absoluto su recomendación. Usted siempre habla –y bien- de ese tal Alan Moore”.
Quizá fue este comentario el que me llegó tan hondo, que aún hoy –al recordarlo- me entra una especie de desazón muy parecida al remordimiento tardío, cuando pienso en cómo es posible que aún no hayamos hablado de ese “extraordinario caballero” que es Alan Moore. Me llega el remordimiento a una conciencia tan borrosa como la de las mariposas nocturnas, que pierde nitidez en la medida que empieza a amanecer. Y hablar de Moore, no sólo es hablar de sus novelas gráficas Prometea, o From Hell (apuntes y reconstrucción de la vida y obra de Jack el destripador), Watchmen (la vuelta a las calles de viejos y cansados superhéroes), o la anarquista y revolucionaria V de Vendetta (crítica descarnada a la “Era Thatcher”), o incluso la vuelta a las “novelas” de aventuras con The League of Extraordinary Gentleman (nada que ver con el destrozo fílmico de Sean Cornery), sino también de esas pequeñas historias –de tamaño, no de grandeza- como The Courtyard (una pequeña obra maestra, también en cierta medida podríamos hablar de la dualidad del ser), o La broma asesina (curioso planteamiento sobre la enemistad entre Batman y Joker –sí, superhéroes tratados de distinta manera-) , o el librito Amnios Natal (the BirthCaul), o por no hablar de sus espectáculos (léase Performance) poéticos y musicales, que fueron recogidos en cómic-books como Serpientes y Escaleras, o Alan mystery Moore.
Pero Moore es también conocido y reconocido por otro tipo de cómic que, a pesar de gustarme también, reconozco que me gustan menos, como es la serie de La Cosa del pantano (la renovación con grandes letras de los cómic de terror), las series de superhéroes como Supreme, Capitán Britania o El día del Juicio (curioso juicio contra un superhéroe) o Tom Strong.
Además, Alan Moore tiene muchísimos más cómic, ya que este hombre no para de trabajar, es incansable, y posiblemente uno de los mejores guionistas de cómic de todos los tiempos. ¿Qué hace un inglés en el reino americano? Pues hacer muy bien su trabajo, que no es otra cosa que hacernos disfrutar con sus historias. Por eso, y como diría mi amigo El Hombre sentimental, Gracias, Maestro.
Ante mi recomendación, el amigo Mildreas dijo: “Pecador, tomo buena nota. Pero no me extraña en absoluto su recomendación. Usted siempre habla –y bien- de ese tal Alan Moore”.
Quizá fue este comentario el que me llegó tan hondo, que aún hoy –al recordarlo- me entra una especie de desazón muy parecida al remordimiento tardío, cuando pienso en cómo es posible que aún no hayamos hablado de ese “extraordinario caballero” que es Alan Moore. Me llega el remordimiento a una conciencia tan borrosa como la de las mariposas nocturnas, que pierde nitidez en la medida que empieza a amanecer. Y hablar de Moore, no sólo es hablar de sus novelas gráficas Prometea, o From Hell (apuntes y reconstrucción de la vida y obra de Jack el destripador), Watchmen (la vuelta a las calles de viejos y cansados superhéroes), o la anarquista y revolucionaria V de Vendetta (crítica descarnada a la “Era Thatcher”), o incluso la vuelta a las “novelas” de aventuras con The League of Extraordinary Gentleman (nada que ver con el destrozo fílmico de Sean Cornery), sino también de esas pequeñas historias –de tamaño, no de grandeza- como The Courtyard (una pequeña obra maestra, también en cierta medida podríamos hablar de la dualidad del ser), o La broma asesina (curioso planteamiento sobre la enemistad entre Batman y Joker –sí, superhéroes tratados de distinta manera-) , o el librito Amnios Natal (the BirthCaul), o por no hablar de sus espectáculos (léase Performance) poéticos y musicales, que fueron recogidos en cómic-books como Serpientes y Escaleras, o Alan mystery Moore.
Pero Moore es también conocido y reconocido por otro tipo de cómic que, a pesar de gustarme también, reconozco que me gustan menos, como es la serie de La Cosa del pantano (la renovación con grandes letras de los cómic de terror), las series de superhéroes como Supreme, Capitán Britania o El día del Juicio (curioso juicio contra un superhéroe) o Tom Strong.
Además, Alan Moore tiene muchísimos más cómic, ya que este hombre no para de trabajar, es incansable, y posiblemente uno de los mejores guionistas de cómic de todos los tiempos. ¿Qué hace un inglés en el reino americano? Pues hacer muy bien su trabajo, que no es otra cosa que hacernos disfrutar con sus historias. Por eso, y como diría mi amigo El Hombre sentimental, Gracias, Maestro.
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