¿DONDE HE DEJADO MI BOCATA DE PANCETA CON PIMIENTOS?
Ya llegan las vacaciones. Siempre es en esta época cuando empiezan mis piernas a temblar, a hacerse mi sangre más densa, a dormir poco o mal por las noches, a perder el apetito (a excepción del sexual, que por omisión del mismo, el apetito no se pierde) y a dejar de tomar las galletitas saladas con forma de pez, en la hora del aperitivo (desde las 11,30 hasta cerca de las 15,00 horas), acompañadas de todo tipo de encurtidos y salazones, y en ocasiones mojando el gaznate con vermú –léase de grifo y con seltz- o con una caña bien fresquita, por aquello de lo de la-calor (no soy yo mucho, no, de esos nuevos refrigerios tipo tinto-de-verano, clara con casera o limón, tés amariconados, etcétera, etcétera). Pues bien, todos los males; reconocidos y comentados, padecidos por otros o “padecidos a este”, recogidos en los anales médicos desde las antiguas crónicas, incluso las más antiguas; vienen a visitarme y entran en mi cuerpo, apoderándose de mí, así como quien no quiere la cosa, como si el maligno residiese ahora en mi cuerpo, acomodado, apoltronado, bien adosado dentro de mi ser, pidiendo caña tras caña como si el dinero nos viniese dado por un divino multicopista que nos idolatrara y que nos llenara los bolsillos cada vez que nos saliera de los cojones (¡ eah, que me caliento! ).
Pues bien, todo esto, y por no hablar de las almorranas, es debido a ese calor tan dañino que nos alcanza en estas meridianas del globo terrestre a estas alturas del año.
Yo soy animal de sangre templada, y cuando llega este calor, mi sangre entra en ebullición y temo perderla por evaporación, y temo también tener que buscar después la nube que forme para tratar de que vuelva a mí por ese fenómeno tan complejo que es la licuefacción.
El pasado martes, de malos calores recuerdo, mi amigo Geluco “el demonio” vino a visitarme para pedirme consejo literario, musical y fílmico, y además poder comentarme algunos asuntillos -algo puntillosos- que se estaban cuchicheando en El Club de Ancianos Ruiz, tras esa partida de petanca del último fin de semana en la que mi padre consiguió posicionarse de segundo en la lista, a muy poca distancia del primero, Julini “el Mago”, que ya se debe entender el por qué de su óptima posición, y en la que Jeremías Popote tuvo que ser asistido por la unidad de primeros y segundos auxilios aquejado de un mal de humores, entrándole las fiebres de la ciruela (que finalizan con cierto dolor al desalojar el hueso inflado por el recto). Dícese, en el Club de ancianos, que ese mal de humores llegó justo en el mismo instante en que la bola favorita de Jeremías –magníficamente posicionada- voló varios metros fuera del área de juego a causa de una patada dada por algún desaprensivo, seguramente próximo al círculo de Julini “el Mago”.
Bueno, perdonen ese breve inciso, y vayamos al grano. Lo que importa es que mi amigo Geluco “el demonio”, que no sé si he dicho que tiene un perfecto perfil prerraphaelista que es un primor –es decir, de Raphael cuando era joven y aún no era Raphael, sino del niño de coro Rafael Martos-, llegó a mi casa a eso de las cuatro de la tarde. Yo acaba de tomarme un breve e inapetente, a la par que frugal, tentempié, que consistió en cabeza de jabalí ajada en un barco de patatas al vapor jalonado con salpicaduras de Pedro Ximénez, y natillas, y en ese preciso instante me encontraba sumergido en la bañera llena de agua con cubitos de hielo. Entonces Geluco llegó, y tras jugar con un par de cubitos de hielo que flotaban a la deriva en zona próxima a mis partes pudendas, me dijo:
- Pecador, necesito que me aconsejes sobre alguna lectura para este verano, así como algún deuvedé bonito y quizá alguna pieza musical de nueva manufactura, que me permitan pasar un aseado verano, ya que he de salir hacia el mar en las próximas fechas.
Mi contestación fue breve, concisa y sucinta, y así le hice llegar mi consejo.
- Mi muy estimado Geluco, que tú bien sabes que te aprecio más que a un plato de callos de ternera vomitados por un autista en una excursión simbólica, que tu sabes que tengo a bien nuestra compañía y que te ofrezco mi amistad con constancia y con generosidad a pesar de que eres un reconocido hijo-de-punk y un vulgar cernícalo lagartijero borrachín de tres al cuarto, si quieres que te aconseje alguna que otra cosilla, y que esto me convierta en casi tu consiglieri, por no decir, en un filósofo de baratillo, un crítico en puntillas por las alcobas de las grandes obras, a pesar de que me pongas en un mayor apuro que a un saltimbanqui con parkinson atravesando una pista de hielo con una jarra colmada de orines, te daré información sobre ciertos libros, películas (léase flins) o disquines para amortiguar el mal del verano.
- No esperaba otra cosa de ti –dijo, con lágrimas en los ojos-. Gracias.
- Quizá podrías empezar con una lectura rápida, incluso de retrete, magnífica y tierna, como es el librito de Helene Hanff, “84, Charing Cross Road”, para seguir, una vez abierto el apetito con la biografía novelada de Nick Flynn “Otra noche de mierda en esta puta ciudad”, si te apetece alternar con algún cómic, te aconsejo el “Monólogo y alucinación del Gigante Blanco” de Max, o la perfecta reedición de “Berlín” de Jason Lutes, puedes aderezar todo esto con el último cedé de Queens of the Stone Age, “Era vulgaris” o algo del siempre sin par Tom Waits, como por ejemplo “Orphans”, o si me apuras, te podría recomendar lo último de Tanya Donelly, “This hungry life”, o un pausado y rítmico disco, como la banda femenina The Caulfield sisters. En cuanto a deuvedés lo tengo claro; artístico y magnífico; De profundis, la primera incursión en el cine de ese magnífico dibujante de cómics coruñés que es Miguelanxo Prado; o el deuvedé de luxe de El sol del membrillo de Erice sobre Antonio López. Delicatessen para ti, Geluco “el demonio”. Disfruta y danza, cabrón hijo-de-punk, hasta que tus huesos se desintegren en el caldo de cualquier sopaboba.
Pues bien, todo esto, y por no hablar de las almorranas, es debido a ese calor tan dañino que nos alcanza en estas meridianas del globo terrestre a estas alturas del año.
Yo soy animal de sangre templada, y cuando llega este calor, mi sangre entra en ebullición y temo perderla por evaporación, y temo también tener que buscar después la nube que forme para tratar de que vuelva a mí por ese fenómeno tan complejo que es la licuefacción.
El pasado martes, de malos calores recuerdo, mi amigo Geluco “el demonio” vino a visitarme para pedirme consejo literario, musical y fílmico, y además poder comentarme algunos asuntillos -algo puntillosos- que se estaban cuchicheando en El Club de Ancianos Ruiz, tras esa partida de petanca del último fin de semana en la que mi padre consiguió posicionarse de segundo en la lista, a muy poca distancia del primero, Julini “el Mago”, que ya se debe entender el por qué de su óptima posición, y en la que Jeremías Popote tuvo que ser asistido por la unidad de primeros y segundos auxilios aquejado de un mal de humores, entrándole las fiebres de la ciruela (que finalizan con cierto dolor al desalojar el hueso inflado por el recto). Dícese, en el Club de ancianos, que ese mal de humores llegó justo en el mismo instante en que la bola favorita de Jeremías –magníficamente posicionada- voló varios metros fuera del área de juego a causa de una patada dada por algún desaprensivo, seguramente próximo al círculo de Julini “el Mago”.
Bueno, perdonen ese breve inciso, y vayamos al grano. Lo que importa es que mi amigo Geluco “el demonio”, que no sé si he dicho que tiene un perfecto perfil prerraphaelista que es un primor –es decir, de Raphael cuando era joven y aún no era Raphael, sino del niño de coro Rafael Martos-, llegó a mi casa a eso de las cuatro de la tarde. Yo acaba de tomarme un breve e inapetente, a la par que frugal, tentempié, que consistió en cabeza de jabalí ajada en un barco de patatas al vapor jalonado con salpicaduras de Pedro Ximénez, y natillas, y en ese preciso instante me encontraba sumergido en la bañera llena de agua con cubitos de hielo. Entonces Geluco llegó, y tras jugar con un par de cubitos de hielo que flotaban a la deriva en zona próxima a mis partes pudendas, me dijo:
- Pecador, necesito que me aconsejes sobre alguna lectura para este verano, así como algún deuvedé bonito y quizá alguna pieza musical de nueva manufactura, que me permitan pasar un aseado verano, ya que he de salir hacia el mar en las próximas fechas.
Mi contestación fue breve, concisa y sucinta, y así le hice llegar mi consejo.
- Mi muy estimado Geluco, que tú bien sabes que te aprecio más que a un plato de callos de ternera vomitados por un autista en una excursión simbólica, que tu sabes que tengo a bien nuestra compañía y que te ofrezco mi amistad con constancia y con generosidad a pesar de que eres un reconocido hijo-de-punk y un vulgar cernícalo lagartijero borrachín de tres al cuarto, si quieres que te aconseje alguna que otra cosilla, y que esto me convierta en casi tu consiglieri, por no decir, en un filósofo de baratillo, un crítico en puntillas por las alcobas de las grandes obras, a pesar de que me pongas en un mayor apuro que a un saltimbanqui con parkinson atravesando una pista de hielo con una jarra colmada de orines, te daré información sobre ciertos libros, películas (léase flins) o disquines para amortiguar el mal del verano.
- No esperaba otra cosa de ti –dijo, con lágrimas en los ojos-. Gracias.
- Quizá podrías empezar con una lectura rápida, incluso de retrete, magnífica y tierna, como es el librito de Helene Hanff, “84, Charing Cross Road”, para seguir, una vez abierto el apetito con la biografía novelada de Nick Flynn “Otra noche de mierda en esta puta ciudad”, si te apetece alternar con algún cómic, te aconsejo el “Monólogo y alucinación del Gigante Blanco” de Max, o la perfecta reedición de “Berlín” de Jason Lutes, puedes aderezar todo esto con el último cedé de Queens of the Stone Age, “Era vulgaris” o algo del siempre sin par Tom Waits, como por ejemplo “Orphans”, o si me apuras, te podría recomendar lo último de Tanya Donelly, “This hungry life”, o un pausado y rítmico disco, como la banda femenina The Caulfield sisters. En cuanto a deuvedés lo tengo claro; artístico y magnífico; De profundis, la primera incursión en el cine de ese magnífico dibujante de cómics coruñés que es Miguelanxo Prado; o el deuvedé de luxe de El sol del membrillo de Erice sobre Antonio López. Delicatessen para ti, Geluco “el demonio”. Disfruta y danza, cabrón hijo-de-punk, hasta que tus huesos se desintegren en el caldo de cualquier sopaboba.
3 comentarios:
Muy buenas recomendaciones. Certifico las de Max, Prado y Erice. Tomo nota de las otras, y me permito añadir al fotógrafo francés Antoine D'Agata. Aunque no tenga mucho que ver...
Por cierto, que El sol del membrillo y De profundis tienen bastante que ver entre sí, aunque formalmente parezca lo contrario. La primera viene a ser un estudio sobre el proceso creativo, a menudo más interesante y elocuente que la propia obra final. Y la segunda viene a ser un viaje al interior del artista, su propia aventura personal más allá de la vida cotidina, sus renuncias y sus búsquedas en las profundidades de...
Bastantes días después busco la referencia a Tom Waits en este blog, porque siento la necesidad de recomendar un libro que se acaba de publicar en España: "Tom Waits, conversaciones, entrevistas y opiniones", coordinado por Mac Montandon y publicado por Globalrhythm. Lo encontré en FNAC. Diría que no tiene desperdicio si no fuera porque esta expresión no encaja mucho en quien gusta que su propio abrigo huela a meos y vómitos... Un genio, con voz propia.
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